Mi cuerpo es un río después de tus caricias húmedas.
algo más de lluvia en los descansos de la tormenta,
susurros de bosques salpicados de rocío.
Un ángel asoma entre las nubes grises,
segundo de esplendor al infinito de tus ojos,
mil rutas se abren palpando la brisa
desde tus senos a mis manos desbordadas
de mansedumbre.
En mi boca, un panal decide la lujuria
para sus cimas,
los dientes predican fiestas,
señales de fuego desvisten espejismos
en los oasis más intricados de la lengua.
Hallo un horizonte de colores
en los regazos de la calma,
jazmines salpicados sobre tu espalda,
acertijos de placeres desdibujando
las vértebras.
Huelen tus caderas a tierra recién bañada,
remolinos nacen en los extremos,
ir y venir como una barca
desafiando la altitud de la marea.
Mi cuerpo es un río después de tus caricias húmedas.
Tú eres la lluvia resucitada, la señal en el centro de mis charcos...
En un grito desesperado
expulso mi santo y seña.
algo más de lluvia en los descansos de la tormenta,
susurros de bosques salpicados de rocío.
Un ángel asoma entre las nubes grises,
segundo de esplendor al infinito de tus ojos,
mil rutas se abren palpando la brisa
desde tus senos a mis manos desbordadas
de mansedumbre.
En mi boca, un panal decide la lujuria
para sus cimas,
los dientes predican fiestas,
señales de fuego desvisten espejismos
en los oasis más intricados de la lengua.
Hallo un horizonte de colores
en los regazos de la calma,
jazmines salpicados sobre tu espalda,
acertijos de placeres desdibujando
las vértebras.
Huelen tus caderas a tierra recién bañada,
remolinos nacen en los extremos,
ir y venir como una barca
desafiando la altitud de la marea.
Mi cuerpo es un río después de tus caricias húmedas.
Tú eres la lluvia resucitada, la señal en el centro de mis charcos...
En un grito desesperado
expulso mi santo y seña.
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